domingo, 3 de marzo de 2013


Gélida. Adormece pulgares. Congela corrientes. Desordena las pretensiones y desafía a la obviedad. Nublada. Diáfana. Vagabunda de tejados y escalofríos, atraviesa lienzos de atención. Conspira entre alfombras hasta calar los huesos. Y ahí ya nadie puede rescatarte de su escarcha.
Suspiras abrazar una emboscada de razón para esquivar su insensibilidad. Para deshacer su halo. Para tranquilizar la creencia de que como tú, tan sólo es un reducto de agua.
Déjala ser frío. Porque hasta el más impasible glaciar abrasa cuando se cree combustión. Y eso ya deberías saberlo.

G. 

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