Gélida. Adormece pulgares. Congela corrientes. Desordena las pretensiones y desafía a la obviedad. Nublada. Diáfana.
Vagabunda de tejados y escalofríos, atraviesa lienzos de atención. Conspira
entre alfombras hasta calar los huesos. Y ahí ya nadie puede rescatarte de su
escarcha.
Suspiras abrazar una emboscada de
razón para esquivar su insensibilidad. Para deshacer su halo. Para tranquilizar
la creencia de que como tú, tan sólo es un reducto de agua.
Déjala ser frío. Porque hasta
el más impasible glaciar abrasa cuando se cree combustión. Y eso ya deberías saberlo.
G.
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