miércoles, 9 de diciembre de 2009

Muchas gracias, Mr. Scrooge

Charles Dickens se horrorizaría si viera en lo que se ha convertido su maravilloso cuento de Navidad. Prisas, nervios, agobios… y todo ¿para qué? Si, para comprar un puñado de obligados regalos cuyo final en la mayoría de los casos es terminar en un recóndito rincón de una milenaria caja en el desván del olvido.

Sin ningún lugar a dudas, nos encontramos, señores, ante la época más hipócrita del año ¿Por qué en estos cinco días sí y el resto del año no?

¿Qué la navidad saca lo mejor de nosotros? Permitidme discrepar. Lo que pasa es que saca a relucir nuestros mayores errores y ese sentimiento de culpabilidad, oculto durante tanto tiempo consigue aflorar hasta conseguir quitarnos el sueño. Entonces, nosotros, ojerosos culpables y reconcomidos por dentro, nos embarcamos en cualquier aventura con el fin de descubrir un resquicio de limpieza en la descuidada morada de nuestra conciencia y así, evadir esa desesperante e incómoda sensación.
Lo peor de todo esto, es que nos creemos mejor personas.

Guirnaldas, villancicos, propósitos de nuevo año a incumplir una vez más, la palidecida ya capa de Ramón García…

Espíritu navideño. Paseas sin rumbo fijo esquivando a la multitud que envuelve las decoradas calles de tu ciudad, cuando de momento, alzas la vista al frente e introduces la mano en el amplio bolsillo de tus pantalones recién estrenados y alcanzas a sacar un puñado de céntimos que, con cierto grado de superioridad y falso bienestar personal arrojas al mugriento y vacío platillo del acordeonista de barrio. Espíritu navideño. Armarios donde no cabe una minúscula alfiler, solución: cajas y más cajas de ropa inutilizada que entregas en el vestíbulo de la parroquia que apenas has pisado en todo el año. Espíritu navideño. Forzosas llamadas telefónicas a desconocidos familiares con los que sólo hablas en una ocasión: ésta. Espíritu navideño. Orondos y burdos imitadores de aterciopelado disfraz pasean a paso desenvuelto mientras desenvainan sin piedad sus campanillas de atiplado a la par que irritante soniquete, que hace castañear tímpanos de niños y mayores. Espíritu navideño. Exceso y desenfreno. Espíritu navideño. Ostentosidad y prepotencia...
En definitiva, barata palabrería sin sentido que perturba la normalidad del insulso y despreocupado ambiente habitual.

El auténtico espíritu navideño se mantiene siempre…no desaparece nunca…no es forzado, ni debe ser impuesto. Nace de forma improvisada e inesperada, pues en el momento en el que este acto se plantea premeditadamente, deja de ser un mero acto de generosidad desinteresada, para acabar conllevando un fin intrínseco posiblemente desconocido en el momento de realizarlo… Una persona con verdadero espíritu no debe esforzarse por realizar buenos actos, los realiza sin más… en cualquier instante, a cualquier hora y en cualquier sitio…

Ahora plantéense… ¿Ustedes son afortunados poseedores de ese don?…juzguen ustedes mismos.

2 comentarios:

  1. Muy buena entrada Gema!! Yo la verdad es que esto del espíritu navideño hace ya bastantes años que me parece una patraña. Consumismo puro y duro y derroche. Me pongo de mala leche al ver las luces colgadas en las calles.

    Por cierto, si quieres reirte un rato hablando de este tema escucha esto:

    http://www.goear.com/listen/381bc2f/gasta-claus-ska-p

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