Ahí. En la tercera letra del
abecedario. En las primeras filas. Y en las últimas. En la espuma de un café de
terraza. En los asientos de un vagón vacío. En el azúcar. En el caos. En el rastro
de corazones amarillos que, inconsciente, dejas a tu paso.
Tú, consonante, inspiras a mis
perdidas vocales el camino de vuelta que nunca sigo. Tú, esculpida a golpe de
palabra. Que ganas tengo de ojearte de nuevo.
G.
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