domingo, 11 de marzo de 2012


            Un pequeño vals. Sin título. Nostalgia. Anhelo de lo ya vivido. De tiempos mejores. 
       Sueñas. Fantaseas. Te deleitas con esos recuerdos. Idealizas el momento. Y te basta con eso. Te acostumbras. Incompleta y resignada, aprendes a  convivir con eso. Y llega el domingo, tormentoso y sombrío. Un domingo en el que desde tu sofá, recurres a ese puntual  instante. Y una lágrima se asoma. Un mar.
         En globo. Quiero montar en globo. Y recorrer esas calles. Sin rumbo. Sin mapa. Y comerme el gofre más grande del mundo. Y quiero recuperar esa normalidad. Una rutina a la que me gustaba estar acostumbrada. Así, cuando el domingo más lóbrego asedia mis devaneos, no tengo más remedio que suplirlo de alguna manera. Aún me cuesta. Es complicada la melancolía.
         Pues bien, te voy a enseñar cómo debes bailar. Abre las puertas del balcón, asómate, inspira y mantén ese aire hasta que el cerebro consiga ensamblar todos esos pensamientos tristes y los desvíe al olvido. Hasta que la mente se oxigene de nuevo. Hasta que consigas idealizar un mañana. Hasta que poetices un pronto. 
      Es sencillo, inténtalo. Perdurarán los recuerdos que tú quieras, por supuesto. Eso sí,  los domingos desaparecerán de tu vida.

G.

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