Un pequeño vals. Sin título. Nostalgia. Anhelo de lo ya
vivido. De tiempos mejores.
Sueñas. Fantaseas. Te deleitas con esos recuerdos. Idealizas
el momento. Y te basta con eso. Te acostumbras. Incompleta y resignada,
aprendes a convivir con eso. Y llega el
domingo, tormentoso y sombrío. Un domingo en el que desde tu sofá, recurres a
ese puntual instante. Y una lágrima se asoma. Un mar.
En globo. Quiero montar en globo. Y recorrer esas calles. Sin
rumbo. Sin mapa. Y comerme el gofre más grande del mundo. Y quiero recuperar
esa normalidad. Una rutina a la que me gustaba estar acostumbrada. Así, cuando
el domingo más lóbrego asedia mis devaneos, no tengo más remedio que suplirlo
de alguna manera. Aún me cuesta. Es complicada la melancolía.
Pues bien, te voy a enseñar cómo debes bailar. Abre las
puertas del balcón, asómate, inspira y mantén ese aire hasta que el cerebro
consiga ensamblar todos esos pensamientos tristes y los desvíe al olvido. Hasta
que la mente se oxigene de nuevo. Hasta que consigas idealizar un mañana. Hasta
que poetices un pronto.
Es sencillo, inténtalo. Perdurarán los recuerdos que tú
quieras, por supuesto. Eso sí, los domingos
desaparecerán de tu vida.
G.
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