Subo las escaleras. Sol. Se hace la luz y la enormidad se hace patente en cuestión de segundos. Un bohemio y desaliñado artista callejero rasguea su guitarra mientras entona a viva voz, apenas eludible entre el bullicio. Debo retribuirle tan digno recibimiento. Así pues, deslizo mi mano en el bolsillo para dejar caer unas monedas en su boina. Una sonrisa.
A escasos metros, un virtuoso mago reúne a una agitada y expectante masa mientras intenta deshacerse de las cadenas que le mantienen inmóvil. Un logrado Eduardo Manostijeras. Gran Vía.
Una reivindicación. Una protesta. Una controlada y televisada manifestación.
Callejeo sin rumbo para encontrar lo que no estaba buscando pero esperaba encontrar. Una recóndita tienda de vinilos. La Gramola. Predecible. Sigo caminando.
Me pierdo entre la algarabía y me siento como una más.
-Creo que me va a gustar esto- Y vuelvo a camuflarme entre la multitud.
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