Arrastro los pies. Me dirijo hacia la solitaria y antisocial mesa del fondo. Necesito pensar. Nadie me mira, no existo. Una tímida lágrima se desliza sobre mis enrojecidas mejillas.
-Un café solo, por favor.
¿Me dejas echarle un poco de azúcar a tu café?
¿Me dejas echarle un poco de azúcar a tu café?
ResponderEliminar